#Futsal Anahí Vigil, una luchadora que cambió el destino de las chicas en el Fin del Mundo.
(Por Lucas Samcini)
Anahi Vigil es una de las protagonistas de esta historia que transcurrió y transcurre en Ushuaia, Tierra del Fuego, Fin del Mundo. No sabe de medias tintas, porque su vida y su trabajo ligado al deporte le implica darlo todo, siempre.
Nacida en Corrientes, en el año 2005 fue la precursora del Futsal Femenino en esta ciudad austral, ella es sinónimo de admiración y respeto para sus dirigidas. Pero es más que eso. La ayuda no abundó ni abunda ahora. La rama masculina, de mucha historia en Ushuaia, no siempre estuvo ligado al Femenino. De ahí tuvo que arrancar, bien de abajo y ser constante con su sueño, nada fácil para una mujer que además, no era local.
Un viernes de marzo, uno de los días más fríos de mi estadía en Ushuaia, caída de lluvia constante durante toda la jornada, cielo totalmente gris y un sol que casi no se dejó ver, pegada a la cancha del Polideportivo La Cantera, Anahi da indicaciones respecto a cómo realizar una balanza. No reta. Enseña con templanza, sabiduría y decisión. Pero sobretodo, con mucho amor.
Niñas que tienen a partir de 11 años de edad, se mezclan en la cancha con mujeres de 30 y pico. Afuera del rectángulo, se juntan las más pequeñas, con las hijas e hijos de las más grandes, andando en patines y jugando con camiones de juguete.
La profe, en el medio de un ejercicio, no duda en salir a agarrar a Mateo, un niño de año y medio que busca a su madre, una de las primeras jugadoras que tuvo Escuela Municipal y se encuentra entrenando. Con el niño en brazos, sigue indicando a sus dirigidas como posicionarse en la cancha, como realizar un corte o como recibir perfilada para ganar un espacio extra. Se nota la experiencia y el camino recorrido sobre sus hombros.
"En el año 2005 iniciamos con este proyecto. En un principio nos miraban raro, no querían que las chicas se mezclen con chicos en una cancha", cuenta. Porque fue así, para poder competir tuvieron que empezar a jugar contra varones. No tenían la posibilidad ni existía el futsal femenino como tal en la isla. Hasta el día de hoy, hasta los 11 años de edad tienen que jugar contra varones. En los inicios, era impensado que niñas que hicieran todo el camino en la escuelita, hoy sean jugadoras de los mejores equipos de Buenos Aires, y menos de la Selección Argentina.
"Anahi tuvo que iniciar desde cero todo este proyecto, hasta el día de hoy nos sigue costando encontrar lugares físicos para entrenar y poder desarrollarnos de la manera correcta, con los espacios y las canchas acordes a la disciplina. Pero ella siguió y sigue insistiendo". Quien habla es Romina Espinoza, histórica jugadora de Escuela Municipal. También, con ojos vidriosos, se explaya sobre lo que es Escuela Municipal en su vida y en la de su familia: "Yo tuve un problema de salud, en el cuál no pude jugar, ni tampoco asistir a ninguna cancha durante un largo periodo de tiempo. Pero las chicas, siempre salían a la cancha con mi camiseta, y a pesar de que yo la pasaba mal y no quería saber nada, ellas siempre estuvieron para mí".
También abre su corazón, respecto a su hermana y jugadora de River y de la selección argentina, Macarena Espinoza, nacida en Escuela Municipal: "Cada vez que viene, las más chicas la ven y sueñan con seguir su camino, la sienten más grande y con una convicción increíble en la cancha. A su vez, es la más chica de cinco hermanos que somos, para mí siempre va a ser Maqui. Fue duro dejarla ir, a los 16 años para jugar en All Boys. Pero ella siempre supo que quería seguir ese camino y la acompañamos".
En el medio del entrenamiento, Anahi, aún con el hijo de Romina en brazos, le explica a una de las mujeres que se encarga de los papeles para competir, cuáles son los requisitos que tienen que llenar las chicas antes de jugar el fin de semana. No se le escapa ningún detalle.
Dos niñas, que se encuentran precalentando con una pelota de goma afuera de la cancha, tienen su turno de entrar una a cada arco. Lo hacen de manera excelsa. Cómo si todo se igualara dentro del rectángulo de juego, no hay edades ni nada que pese más que el amor por Escuela.
Termina el entrenamiento, y ahí es donde todas se relajan. Elongan en el centro de la cancha y charlan sobre las jugadas de la práctica. Pero Anahi sigue metida. Explica que quien no lleve el apto físico no podrá jugar el finde, habla sobre la importancia de cumplir con el equipo, y a pesar de tener alguna dolencia asistir igual al entrenamiento, aunque sea a tomar mates. Habla sobre el comienzo de un año de competencia que va a ser duro y que solo afrontándolo con seriedad van a poder lograr los objetivos. Uno de los secretos de este tipo de clubes, que son más que eso, es el sentido de pertenencia y de hermandad. Y en Escuela Municipal eso brota por todos lados, se siente en el aire, se siente en cada abrazo, en cada palabra de aliento de una compañera a la otra.
La profe, me cuenta en confianza, que el flagelo de la droga es complicado en la isla, que la taza de suicidios también es alta debido al clima hostil y la depresión que se genera al vivir en ese tipo de lugares. Sin dudas haber creado Escuela, es una batalla ganada a todo eso. Dentro del lugar en el que les toque entrenar, se arma un microclima de amor y fraternidad, que dista del frío recurrente de esa latitud.
La profe Anahi es un claro ejemplo de dedicación, de entrega, de lucha, de vivir y hacer, siempre con el corazón en la mano. De Escuela Municipal saldrán muchas más Macarenas Espinoza, muchas más Milagros Gómez, de eso no hay dudas. Pero la importancia de las lecciones de la profe, es que pueden servir tanto como para un 40x20, cómo para la vida misma...
